lunes, 22 de marzo de 2010

una cita con el cielo



Muchas personas suelen tener un rincón en el mundo al cual recurren para separarse de todo un rato, ya sea un minuto, una hora, un día, una semana. Durante muchos años mi familia solía ir a la casa de mi abuela, cerca al mar, cerca al muelle, cerca de Dios. Por efecto a situaciones que nos pusieron los días, la última vez que fui, lo hice sola, estuve casi una semana, me acompañe de unos libros, un poco de muda y allá conocí a una señora que vendía en una monocroma carretilla municipal emoliente, llamada Estrella.

Aquello fue necesario para ver los días pasados y los venideros de otra perspectiva. Recuerdo cuando la construyeron, yo tendría algunos 8 años de vida mortal y la pasaba jugando en la plaza con mis primos, escuchando historias y leyendas de la zona y el resto del día conquistando a mis tíos y abuelos a cambio de dulces.

Recuerdo siempre, y siempre lo haré, los partidos de naipes con mi abuelo, sus clases de magia y un sinfín de trucos para ganarme el asombro de cualquier espectador, sus bromas y anécdotas, tantas risas y momentos que aún quedan impregnados en los muros, en el delicioso aroma a cosas guardadas en su propia atmósfera muy acogedora. Suele muy seguido pasar, que nos enredamos con el ruido de la ciudad y el ajetreo de la labor, algunos problemas sin solución y otras excusas más.

Muchas veces estos lugares en donde encontramos la paz absoluta y las respuestas a las circunstancias suelen ser la casa de alguna amistad, algún familiar, algún viaje sin destino fijo, cerca al mar, cerca de las montañas (en donde recomiendo gritar sin la más mínima consideración), en la habitación de cada quien, alguna época del año, en algún taller, requisito indispensable para algunas personas, desactivar el teléfono móvil y ganas de inspirarse y disfrutar.

Depende del registro del alma de cada quien para ubicarse en algún lugar del planeta y hallar un espacio con todos los requisitos necesarios, o tal vez solo el hecho de estar con uno mismo.
Un cierto día apodado “14 de febrero” hace ya años, un ángel gris, gran amigo y hermano me aseguró cumplir con el único requisito que tenía para asistir: un lugar sin ruidos y solitario. Ese día, recuerdo sin exactitud las 17:00 horas, en el camino, y él sin decirme a donde nos dirigíamos, yo tranquila solo imaginándome que sería algún espacio público, tal ves con niños jugando y abuelos paseando.

Recuerdo que nos detuvimos en un centro de comercio para asistir a los servicios higiénicos ya que para variar (y lo anecdótico es que) es lo que se me ocurre siempre en los momentos menos indicados, luego decidimos llegar caminando y recuerdo claramente que antes de cruzar una gran avenida me solté el cabello para arreglarlo y me dijo algo como: “o sea ahora eres tú la del pelo largo”.
Ángel gris tenía la cabellera medianamente larga y sujeta, vestía de negro, delgado, estatura mediana, ojos finamente jalados, labios rosados (que solía morderse), mentón delgado y una forma de pararse desaliñada o relajada como si estuviera durmiendo parado.

Cruzamos un gran parque lleno de árboles, y él me decía que aún había algo mejor, tras terminar de cruzarlo, encontramos un malecón con una profunda y aireada vista al mar, donde el horizonte parecía interminable y se aprecia en vivo, frente a uno, la naturaleza rebelada en todo su esplendor, el brillo del mar, las caricias de la brisa, los pequeños que somos en este planeta. Ese día observamos con todo el tiempo del mundo, el atardecer, enceguecidos con tanta luz y toda la gama de colores, todos indescriptibles.

La función continuó con la noche, y el crepúsculo estuvo de telonero. Después, cansados de tanto asombro fuimos por una pizza y unas copas de vino. Fue un día estupendo, de esos de los cuales uno nunca se cansaría de contar y rememorar, resentir las mismas emociones, hasta el aroma.
Así fue como conocí ese lugar, y desde entonces suelo ir, a ver el atardecer que nunca envejece, que nunca se va. A ese mismo lugar al que ángel gris me llevó.
Hay etapas para todo, y momentos así, como Al Pacino dice en Perfume de Mujer: “…a veces se vive una vida en un momento”, que mejor regalo que un momento…
Tomarse momentos de vez en cuando, para dejarse solo llevar, sin darle vueltas mucho a algo, sin pensar, solo existir y sentir como vibramos, y sentir como el planeta gira, y asombrarse de ciertos espectáculos como el amanecer o una sonrisa.

Este fin de semana termina una etapa, no quiero dividir mi vida, pero supongo que son como las estaciones del año, estas cambian y uno también, de colores, de emociones, de espíritu, de aura. La pase acompañada de personas a las que amo, amigos, hermanos, familiares, personas sin nombre, algunas sin rostro, todas siempre forman parte de los días como personajes secundarios o principales de nuevo propio infinitometraje. Cante mucho, tome fotos, bese a un bebe, le regale una sonrisa a un anciano, vi películas, comí un delicioso pastel, reí con mis amistades, recibí un poema, y descubrí el nombre de la canción que he estado buscando estas últimas semanas.

Cada etapa, todo cambia, todo cambia cada minuto, el reflejo de cada quien es intensamente fuerte el otro, todos somos una red, y cada quien es atraído por otro, por una razón. Este fin de semana decidí terminarlo sola, viendo el mar y me agrada creer que en el atardecer, todos los ángeles se reúnen en el mar a presenciar la maravilla y reunirse con Dios, (desde que vi City of Angels), (el tema “Iris” marco otra etapa).
Disfrute tanto que mis ojos se adormecieron y tiritaban con mucho brillo. Imaginaba que era una centinela y observaba a ángel gris bailar descalzo en la orilla del mar… o tocando algún tema metal, eso es más creíble.
En muchas oportunidades salí con ángel gris sin rumbo, ahí también estaba Osukaru, los tres tirábamos piedra en el mar, y competíamos por cual daba más rebotes en la superficie del agua tras alguna ola. Un día, mientras jugábamos, ya cansados de tanto caminar, lo observe.

Los observe observando.




Lo vi.




Yo tampoco pensaba en algo.




Y le tome una foto.




1 comentario:

  1. Es verdad aqui hay un mundo unico que rodea cada parte de nosotros y al no estar libres sufrimos como un mendigo en un desierto q pierde poco a poco la esperanza... pero lo peor es no darnos cuenta de que todo se encuentra frente a nosotros y solo basta mirar de nuevo para ver lo maravilloso que es vivir y que somos cada uno sobre todo el amor que somos capaces de dar y atraer ... hoy mirare dos veces lograre todos mis objetivos y no tendre miedo porque no estoy sola yo soy mi base, mi aliada y hay millones de angeles a mi lado tu eres uno de ellos estrellita me alumbras cada dia:D

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